Tiempo, espacio, objeto y sujeto en la causalidad real de lo transicional

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

             En su teorización clínica de la génesis de la realidad y el conocimiento, Winnicott enseñó que el espacio (integración y diferenciación: yo – no yo), se construye transicionalmente a partir de la operación temporal de continuidad de la existencia, la cual sostiene un ambiente primario suficientemente bueno por medio de acciones específicas adaptadas a las necesidades del neonato.
            Por lo tanto, el tiempo no está determinado a priori por la ubicación del cuerpo en el espacio, así como tampoco lo está de antemano un sujeto por su ubicación en un territorio, tal como pensaría un sujeto cartesiano o como lo creería un joven de la mara salvatrucha, de un combo de los barrios populares de Medellín o un pibe chorro de la villa miseria.(1) En realidad, lo que el pediatra inglés nos enseña a los psicoanalistas es que el espacio
se genera temporalmente. Es decir que, en el mejor de los casos, en el inicio de la vida existe un tiempo aún sin espacio.
            Lo complejo del concepto de lo transicional está en pensar que esa operación temporal original (más que orginaria o arcaica) consiste en el  inicial movimiento caótico del cuerpo y en el ritmo que va tomando en los actos de crianza, es decir, en los fenómenos sensoriomotores generados en el acontecer somático del neonato en estado de no integración.

            En consecuencia, este cuerpo ha de ser necesariamente entendido desde un punto de vista sub-microfísico, como materia viviente, no como un objeto-organismo ni como un objeto-persona, ni siquiera aún como objetos-partes de un conjunto (ni individual ni colectivo); pues se trata de un cuerpo lleno de libido pero aún sin órganos (Deleuze & Guattari) que corresponde a la nada humana y que se agencia en el espacio potencial, que aún no se estructura como un espacio delimitado: integrado y diferenciado.
            La paradoja de la causalidad del fenómeno transicional radica entonces en saber que si bien lo temporal remite al atributo subjetivo del ser, por tratarse en el inicio de la vida de un movimiento de la materia a nivel molecular (no a nivel estructural), es una temporalidad (subjetividad o historia) sin sujeto de la cogitación ni de la conación (sin tiempo personal o historia ontogenética), es decir: una producción deseante, aún sin objeto ni sujeto, en una pre-historia que se extiende transversalmente en medio de lo real inmanente.
            Lo transicional permite pensar unos cimientos reales del self inconsciente o verdadero self, cuya génesis no se reduce a la transmisión filogenética de
una esencia biológica individual (Psicología del Yo) o de una estructura neurocognitiva (Psicología cognoscitiva) ni, mucho menos, de una estructura simbólica socio-cultural (Psicología analítica de Jung, culturalistas de la escuela norteamericana de Psicoanálisis y cierto lacanismo de Lo Simbólico). Es más, ni siquiera se homologa clínicamente a lo esquizo-paranoide (objeto parcial, de Klein), al resto pulsional como condensador de goce mortífero (cierta concepción lacanista del objeto a), al representante del vacío representacional (lo negativo, de André Green) o al objeto malo suprimido (el abjecto, de la Klein de Julia Kristeva). Objetos diversos, que tienen en común ser concebidos como fundamentos de la estructura psíquica; lo cual no es, propiamente hablando, la función del fenómeno transicional.

 

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